¿Falta seguridad o cultura?
- Cristina González y Judith González
- 29 nov 2016
- 2 Min. de lectura

Fotografía por JUDITH GONZÁLEZ
Macu Miranda, dueña de la tienda de chuches Panpa Gozokiak, ha sido víctima de uno de los últimos actos vandálicos acontecidos en el barrio de San Ignacio. La madrugada del 28 de noviembre intentaron entrar en unos ocho locales y lo consiguieron en dos, uno de ellos fue Panpa Gozokiak. Entraron en su tienda forzando la puerta con una palanca, rompieron la caja registradora y revolvieron parte del local.
Miranda ya había sufrido un robo el 13 de abril en el que se llevaron el equipo informático, la caja, huchas y todo lo que encontraron a su paso. Por suerte o, más bien por desgracia, el primer robo en esta tienda de golosinas hizo que la previsora Miranda no dejase dinero ni objetos de valor en Panpa, por lo que únicamente se llevaron unas monedas que ésta tenía como paga semanal de su hijo. Sin embargo, los costes se elevan con los destrozos provocados a la tienda, ya que el seguro de la dueña deberá arreglar la puerta y cambiar la caja registradora. Sin embargo, dos robos en un año aumentan la preocupación de Miranda con respecto a su seguro.
Este es uno de los muchos sucesos que hacen aumentar la inquietud en San Ignacio. Durante un par de días, y como consecuencias de actos similares, un equipo de la policía municipal estuvo patrullando por el barrio. Aún así, el descontento de los vecinos se mantiene, puesto que su petición está enfocada a la necesidad de un equipo permanente en el barrio, y no a una vigilancia puntual.
Se cree que los responsables de muchos de los sucesos que se han dado en el barrio han sido menores de edad. Entonces, ¿cuál es el problema, la falta de seguridad o la falta de educación? Que los jóvenes se dediquen a robar locales, destrozar mobiliario urbano o el árbol de Navidad de la Plaza Levante en lugar de a estudiar, trabajar, hacer deporte u otras actividades extraescolares se debe en muchos casos a una falta de oferta y de educación. No es culpa de los padres en todos los casos, muchas veces lo que faltan son actividades alternativas, nuevas propuestas.
Es cierto que una patrulla habitual en el barrio ayudaría a que cesasen este tipo de actos vandálicos porque, al tratarse de menores, simplemente una mayor autoridad bastaría para disuadirles. Sin embargo, el Ayuntamiento pone numerosas trabas cada vez que se quiere hacer un evento o actividad en el barrio, algo que le de vida y entretenga a niños y mayores, ya que establece unas tarifas para la realización de las mismas que los padres no se pueden permitir costear.
Por tanto, la solución es clara: mayor vigilancia policial en el barrio y actividades lúdicas para los jóvenes. Las peticiones de estas medidas se multiplican por parte de los vecinos al Ayuntamiento, pero siguen sin obtener respuesta. ¿Qué alternativa les queda entonces a los vecinos del barrio ante la impotencia que provoca esta situación?
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